Resumen:
Para el hombre la necesidad de utilizar el agua es tan antigua como su propia
existencia y por consiguiente, desde sus inicios tuvo la preocupación por conocer sus
características, sus orígenes, su dinámica y sus diferentes aplicaciones. En la
antigüedad, tanto los chinos como los sirios, egipcios y romanos fueron muy hábiles en
el manejo de las aguas para destinarlas al riego de campos agrícolas y al
abastecimiento de agua a las ciudades. Durante la máxima expansión del imperio
romano, en donde abarcó territorios de cerca de 25 países actuales, se hicieron
construcciones que hoy día deslumbran por su belleza arquitectónica, pero fueron
igualmente importantes sus sistemas de acueductos que suministraban agua potable a
sus diferentes poblaciones, así como sus depósitos y baños públicos. En América, al
igual que en las antiguas culturas europeas y asiáticas, las poblaciones también se
desarrollaron a orillas de ríos y lagos. Sin embargo, gran parte de las labores agrícolas
se realizaron durante los períodos de lluvia, lo que llevó al desarrollo de diferentes tipos
de obras hidráulicas con la finalidad de ampliar sus fronteras agrícolas. Así por ejemplo,
los incas desarrollaron el cultivo en terrazas en las laderas de montañas, que eran
irrigadas por complejos sistemas de canales y embalses artificiales de agua (OSP,
2002)