Resumen:
A las instituciones educativas y a los maestros y profesores les corresponde la
misión de formar niños, adolescentes y jóvenes con una amplia cultura, con
pensamientos, sentimientos y emociones que permitan la contemplación y disfrute
de los objetos y fenómenos del entorno que los rodea. No es posible un desarrollo
integral si el proceso educativo no contribuye a preservar la nacionalidad, las
raíces, la cultura, la idiosincrasia, en fin, la identidad. Los educadores pueden
reafirmar los sentimientos identitarios, mediante vivencias positivas o a través de
la observación y la apreciación de los objetos y fenómenos de la identidad cultural
local en el propio lugar de residencia de los estudiantes. En este sentido las
actividades extraescolares constituyen una vía eficaz para incentivar la defensa de
la identidad y entenderla como un fenómeno que no es negociable y que su
preservación debe ser una constante en los modos de actuación de cada niño,
adolescente y joven de este país.